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6
Oct

Calles con tráfico más calmado ¿Por qué es importante?

Hace ya unos años que España ha generalizado el límite de 30km/h para las calles de las zonas urbanas. Esta medida no es exclusiva de nuestro entorno. Ciudades de todo el mundo están optando por limitar la velocidad en sus calles y los 30km/h (incluso menos) se están convirtiendo en la nueva norma.

Esta medida tan necesaria es muchas veces mal entendida y criticada, pero existen argumentos de peso que justifican su implantación. También es habitual que muchas personas hagan caso omiso de este límite (salvo cuando hay un radar) sin ser conscientes de las consecuencias que esto acarrea. 

En esta publicación pasamos a explicar las razones que hay detrás de estas limitaciones y por que necesitamos que los conductores las cumplan y que se adopten medidas de diseño que contribuyan a pacificar nuestras calles. 

Mejora de la seguridad

La primera razón es evidente, la mejora de la seguridad. Circular a velocidad baja reduce drásticamente la probabilidad de accidente y las posibles consecuencias de este. Debemos de tener en cuenta que un coche que circula a 30km/h necesita 15 metros de margen desde que observa el obstáculo hasta que es capaz de detener el vehículo. Esta distancia se duplica a los 30 metros si el coche circula a 50km/h. Una diferencia que puede decidir entre un simple susto o una tragedia. 

Además de la capacidad de reacción, la velocidad determina de forma decisiva la probabilidad de que un atropello sea mortal o no. El riesgo aumenta de manera exponencial a partir de los 30 km/h:

  • A 30 km/h → riesgo de muerte del 5% al 10%.
  • A 40 km/h → riesgo de muerte del 20%.
  • A 50 km/h → riesgo de muerte entre 50% y 80%.
  • A 60 km/h o más → riesgo de muerte cercano al 90-100%.

Por último, conducir a alta velocidad también reduce nuestro campo de visión. A mayor velocidad, sin darnos cuenta, nuestra atención se estrecha y nos centramos en un punto más limitado. En cambio, al circular despacio somos capaces de percibir mejor lo que ocurre alrededor y detectar a tiempo a peatones, ciclistas o cualquier imprevisto en la vía. 


En consecuencia, un tráfico más calmado convierte nuestras calles en lugares mucho más seguros para todos y todas. Este argumento, por sí solo, debería bastar. Hay que tener en cuenta que en España cada año pierden la vida alrededor de 250 personas atropelladas. No obstante, existen más razones.

Menos ruido, más salud

El tráfico es la principal fuente de contaminación acústica en las ciudades y su intensidad está fuertemente ligada a la velocidad. El ruido, además de ser molesto e impactar en nuestra calidad de vida, tiene graves implicaciones para nuestra salud. Genera estrés, ansiedad, trastornos del sueño e incluso dificultades cognitivas o de concentración. Diversos estudios han demostrado que los niños y niñas de colegios en los que el ruido del tráfico es mayor tiene peor desempeño escolar. El ruido también está ligado a problemas cardiovasculares y genera un mayor riesgo de hipertensión, infartos y otras enfermedades cardíacas. 

El ruido del tráfico tiene dos fuentes principales: el motor y la fricción de los neumáticos y frenos. Esta última crece a medida que aumenta la velocidad, por lo que circular más rápido significa siempre más ruido. Incluso los coches eléctricos, aunque no emiten ruido de motor, generan el mismo sonido por fricción que los vehículos convencionales, y a partir de los 50 km/h pueden ser igual de ruidosos.

Contraintuitivamente, tráfico más eficiente

Existe la creencia de que reducir la velocidad genera más atascos. Sin embargo, ocurre justo lo contrario: un tráfico más calmado resulta ser más eficiente.

La velocidad media en la mayoría de las ciudades ronda los 15 km/h, independientemente de que el límite sea de 50 o 30 km/h. La diferencia no está en la velocidad máxima permitida, sino en la fluidez. Cuando se circula más despacio, el tráfico se vuelve más constante, con menos paradas, acelerones y frenazos, lo que hace que los desplazamientos sean más regulares y previsibles. Se reduce también el estrés percibido por los conductores. 

Las velocidades bajas también permiten que se pueda reducir la necesidad de semáforos ya que el paso se puede negociar de una manera visual entre conductores y peatones en muchos casos. Esta reducción de semáforos mejora la fluidez del tráfico ya que se evitan muchas esperas. 

Otra falsa creencia es que conducir más despacio aumenta la contaminación o el gasto de combustible. Lo cierto es que lo que más afecta a las emisiones son los acelerones y frenadas bruscas. Una velocidad calmada y constante ayuda a reducir el consumo de combustible y, en consecuencia, la contaminación atmosférica. Además, disminuye el desgaste de frenos y neumáticos, responsables de gran parte de las partículas contaminantes y microplásticos que terminan en el aire, el agua y los suelos.

Calles para todas las personas

Cuando hablamos de bajar la velocidad no hablamos solo de mejorar la seguridad y reducir el ruido. También hablamos de hacer calles más amables y recuperarlas como espacio común de convivencia. Bajar la velocidad no significa estar “contra el coche”. Significa recuperar las calles como un espacio compartido.

Una calle a 30 km/h deja de ser un lugar hostil y pasa a ser un espacio donde se puede caminar con calma, cruzar sin miedo, ir en bicicleta de manera segura o dejar que los niños jueguen cerca sin que suponga un riesgo. También favorece al transporte público, que circula de manera más regular en un entorno sin acelerones y frenazos constantes.

Además, un tráfico más calmado abre la puerta a otros usos del espacio público: terrazas, zonas verdes, espacios de encuentro vecinal o áreas de carga y descarga más seguras. En lugar de ser un lugar dominado por coches que pasan rápido, la calle se convierte en un punto de vida social y económica para el barrio.

En definitiva, reducir la velocidad no va en contra de nadie, sino a favor de todos y todas: peatones, ciclistas, usuarios del transporte público y también conductores, que disfrutan de una circulación más fluida y menos estresante.

Resultados: La medida funciona

Los resultados de estas medidas son contundentes: las ciudades que reducen la velocidad del tráfico logran disminuir de forma notable la siniestralidad. Ejemplos como Helsinki y Oslo ya presumen de haber alcanzado la Visión Cero, con ningún accidente grave de peatones o ciclistas en todo un año. Otras, como Bruselas o París, han conseguido reducir hasta en un 25% la mortalidad en accidentes de tráfico.

Estos ejemplos muestran que la medida no solo es efectiva, sino que es una de las más simples y rápidas para salvar vidas.

Ciudades más calmadas ¿Qué hace falta?

Reducir la velocidad en las zonas urbanas es una medida que transforma la ciudad, y la supuesta comodidad de los conductores no debería estar por encima de los argumentos de seguridad, salud y calidad de vida que ya hemos expuesto.

En consecuencia, resulta necesario seguir trabajando para lograr calles más calmadas. La modificación del límite de velocidad ha sido un paso adelante importante, pero no es suficiente. Hacen falta medidas adicionales que realmente reduzcan la velocidad del tráfico.

No basta con cambiar las señales. Es necesario rediseñar las calles para invitar a una conducción más tranquila: vías más estrechas, curvas menos amplias, calzadas en zig zag y, sobre todo, más espacio para peatones y ciclistas son algunas de las medidas a implementar. 

Y, por encima de todo, hace falta un cambio cultural: comprender que conducir despacio es un acto de responsabilidad colectiva. Porque, al final, bajar la velocidad no significa perder tiempo, sino ganar seguridad, salud y calidad de vida para todos y todas.

Fuentes

IMPACTO DEL RUIDO EN LA EDUCACIÓN

Fewer accidents and fatalities: Brussels’ 30km/h zones prove positive impact

No pedestrian fatalities in Helsinki traffic last year

Speed Reduction Key to Safer European Roads

Oslo got pedestrian and cyclist deaths down to zero. Here’s how

Conducir con exceso de velocidad, DGT

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